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El Museo de Arte colonial cuenta 395 años de la historia de La Habana

El Museo de Arte Colonial situado en una de edificación de 395 años, es una de las más antiguas y significativas construcciones que rodean la Plaza de La Catedral en La Habana Vieja, Centro Histórico de la Capital de Cuba, declarado Patrimonio de La Humanidad por la UNESCO.

Este emblemático inmueble casi cuatricenterario, fue construido cien años antes que la Catedral de La Habana, posee una de las fachadas mejor proporcionadas de la arquitectura colonial de la Isla y es un ejemplo vivo del gran lujo en que vivía la aristocracia colonial cubana.

Fue inaugurado como museo en 1969 y ha cumplido desde entonces con dos objetivos primordiales proteger y preservar este importante monumento histórico y arquitectónico y hacer públicos nuevos conocimientos acerca de cultura cubana, a través de una amplísima colección de objetos de la época colonial.

La legendaria construcción tuvo numerosos ocupantes y usos. Su historia data del siglo XVII, a partir del año 1622 aproximadamente. Un siglo después fue habitada por su propietario más importante el Teniente Coronel don Luis Chacón, o Conde de Casa Bayona, quien fue tres veces Gobernador Militar de la Isla.

A partir de la segunda mitad del siglo XIX y hasta 1959, en que se produce el triunfo revolucionario en Cuba, el inmueble albergó varias instituciones de renombre como el Real Colegio de Escribanos de La Habana, el diario La Discusión y la firma Arechavala, una antigua licorera.

Fue objeto de varios procesos de restauración que se realizaron inadecuadamente y se dice que obtuvo una licencia para la construcción de un portal que nunca se realizó.

Esta magnífica residencia es un típico ejemplo de la arquitectura doméstica del siglo XVIII con sus dos plantas, techos interiores de maderas preciosas bellamente tallados, el patio central y los muros gruesos simétricos que le otorga una agradable apariencia de armónica solidez.

Desde su fundación y hasta la actualidad el museo ha llevado a cabo un encomiable trabajo sociocultural para la comunidad y el público visitante en general.

Es posible admirar en sus salas de exposición permanente colecciones de artes decorativas, mobiliario, vidrieras cubanas, elementos del transporte en la Colonia y de la arquitectura de la época, espacios ambientados que muestran partes de las fastuosas casas señoriales, en los cuales se transmiten los modos de vida y las costumbres coloniales.

Un museo visitable

Se suma además un salón para exposiciones transitorias y se exhibe una valiosísima colección de vajilla y otros magníficos bienes de gran valor patrimonial, que constituyen una extensión del Palacio de Lombillo otra antigua joya arquitectónica, ubicada el número 51 de la calle Empedrado entre Mercaderes y Plaza de la Catedral.

De las cuatro salas de exposición que posee tres son permanentes y la citada transitoria que normalmente presenta exposiciones que se relacionan con los fondos de la propia institución o con el tema del museo. Son ellas: la de vajillas de familias cubanas, la cochera, la de elemento arquitectura, las de mobiliario, se suman otros espacios como el salón, gabinete, comedor y dormitorio.

Por su parte las vajillas pertenecían a las familias cubanas de mayor renombre como los condes de la Fernandina, San Ignacio, San Juan de Jaruco, Pedroso, entre otros y las de los marqueses de la Real Campiña, de la Real Proclamación y Almendares.

Se exhiben además quitrines de lujo, medio que representó un significativo avance en el transporte de la época. Se suman la colección de espuelas, estribos de metal delicadamente tallados, así como una muestra del calesero y su traje personal.

En cuanto a la muestra arquitectónica, se compone de portafaroles, verjas, aldabas-tiradores de los siglos XVIII y XIX, Por su parte entre los muebles se muestran ejemplares maravillosos del denominado “Imperio Cubano” que combinan la talla, el enchapado y la marquetería, así como el diseño llamado “de medallón”, más empleado en los salones principales.

En fin el Museo de Arte Colonial es el lugar ideal para encontrarse con la aristocracia cubana y apreciar el buen gusto, la elegancia, el refinamiento y la fastuosidad que la distinguían y dan fe del su inmenso caudal y poder que poseía.