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san lazaro

¿San Lázaro o Babalú-Ayé? Descubre a ese viejito santo y sanador que los cubanos veneran

Con la exterminación de la población autóctona de Cuba, luego de la conquista española, los ibéricos necesitados de mano de trabajo esclava se vieron en la necesidad de traer forzosamente africanos a la isla.

Pero aquellos hombres y mujeres traían consigo mas que sus cuerpos castigados con grilletes. Traían sus costumbres, sus platos, sus danzas y cánticos, y por supuesto también sus dioses.

Fue entonces que con los años y en esos estratos sociales esclavos primero y de libertos humildes después, se inició un proceso sincretizador de la cosmovisión Yoruba con la religión católica hasta configurar nuevas matrices religiosas con sus respectivos panteones.

Dentro de la religión Yoruba, la de mayor arraigo dentro de las creencias afrocubanas existen deidades que alcanzaron gran arraigo entre los cubanos sin que tuviera tanta importancia ya si se le estaba honrando o invocando a un santo cristiano o a un orisha afrocubano.

Tal es el caso de Ochún, sincretizada con la patrona de Cuba, la Vírgen de la Caridad del Cobre; Obatálá, identificada con la Virgen de las Mercedes, Changó con Santa Bárbara; Yemayá con la Virgen de Regla y una deidad de especial devoción entre los cubanos Babalú-Ayé con San Lázaro.

 

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Según sus patakíes (historias o fábulas de los orishas) Babalú era muy mujeriego, y como tal andaba continuamente de parranda hasta que todo el mundo le perdió el respeto y hasta la propia Ochún, que era su mujer, terminó por abandonarlo.

Pero un Jueves Santo, Orula, deidad que controla los caminos del futuro le advirtió: "Hoy contrólate y no andes con mujeres, ni cometas excesos". A lo que sin hacer caso, Babalú se entregó a las pasiones con una de sus tantas amantes.

Al día siguiente amaneció con el cuerpo todo cubierto de llagas sanguinolientas y de un terrible hedor, que hacía que la gente huyera de él por miedo al contagio y sólo los perros decidieron seguirle, y con total lealtad le lamían las úlceras.

Por mucho que suplicó, Olofi, el dios supremo se negó a perdonarlo y, al final de su pena, Babalú Ayé murió en compañía de sus perros. Entonces, a Ochún le dio tanta pena que gracias a su poder de persuasión e infinito amor logró que Olofi le devolviera la vida.

Desde entonces Babalú Ayé, que ya sabía lo mucho que sufren los enfermos regresó a la vida muy cambiado, volviéndose caritativo y misericordioso con todo aquel que sufre una pena o se ve aquejado por dolores, heridas y pesares del cuerpo y el alma.

A Babalú se le considera un orisha mayor y es un santo muy venerado, desde su condición de sanador, como deidad de la viruela, la lepra, las enfermedades contagiosas y venéreas y, de manera muy especial aquellas relacionadas con la piel y los huesos.

Babalú Ayé es un nombre que significa "padre del mundo", su número es el diecisiete y su color es el morado obispo, teniendo como su día el viernes, aunque para algunos es el miércoles. Entre sus atributos principales se encuentran las telas de saco, implementos propios de los impedidos, perritos preferiblemente los blancos con manchas amarillas, el pan tostado, mazorcas de maíz asadas. Cocos de agua, el ajo, la cebolla, el aguardiente, el tabaco, vino seco, y muchos más.

Luego de la devoción que se le rinde a la Virgen de la Caridad del Cobre, o su equivalente afrocubana Ochún, en nuestro país Babalú-Ayé es quizás la segunda deidad más venerada, teniendo un sitio de culto en la capital cubana, que todos reconocen como el Rincón de San Lázaro.