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Juana Bacallao

La diosa negra de Cuba

Si bien a Doña Juana Bacallao no se le pueden reconocer muchas dotes para el canto ni grandes habilidades musicales, su histrionismo sin igual, y sus habilidades para moverse en los escenarios y generar polémica son sus más singulares atuendos. Ella es sin lugar a dudas la diosa negra de los escenarios cubanos.

A esta inestimable vedette de los cabarets cubanos, si algo no puede achacársele es haberse dejado coartar los deseos y su naturaleza más individual. Ha sido una artista en potencia que decidió vivir a plenitud desentendiéndose de los prejuicios y estigmas sociales.

Hoy no le importa pasar los 93 años de edad o que muchos de sus colegas sean solo historia. Como lo hizo a lo largo de casi todo el siglo XX, Juana Bacallao sigue vistiéndose con lentejuelas, turbantes y plumas, se maquilla exageradamente y sale cada semana al escenario donde su figura menuda se transfigura automáticamente en la de una diva telúrica que embruja a su público.

Si bien esta gran artista prefiere no decir exactamente cuántos años tiene exactamente, algunos cercanos indican que el pasado 26 de mayo cumplió sus 94 primaveras, mientras sigue con sus ojos entornados y un ademán picaresco que la ha convertido en un personaje polémico que rompe esquemas y hasta hace sonrojar a más de un espectador con su mezcla de chistes picantes, ironías y parodias.

Hoy cuando sale a escena sin falta cada viernes al pasar la medianoche en el Cabaret “El Gato Tuerto” de La Habana cubanos y extranjeros, jóvenes y viejos se ven en la obligación de pararse de sus asientos para aplaudirla.

Esta mujer en plenitud de facultades, desgarra la noche con su gruesa voz, baila, se contonea y chistea con el público presente con una energía fuera de lo común durante un show de casi dos horas.

Y las estrellas se asoman celosas desde la altura para contemplar ese espectáculo donde la diva desgrana sones, guarachas, salsas y boleros, con una irreverencia abismal. Contemplan el repertorio algunos temas compuestos por ella misma además de clásicos que la hicieron famosa como “Juana la cubana” o “Yo soy Juana Bacallao”, pero sobre todo se intercalan sus palabras que pueden estar dirigidas a un señor canoso d ela primera fila, o a la jovencita famélica con cara de sueño o a la risueña pareja de canadienses que si bien no entienden de qué se trata la ocurrencia que se ha soltado.

Juana nació en el seno de una familia muy pobre en la populosa barriada habanera de Cayo Hueso, y su papá fue trabajador del muelle real. Siendo hija única, quedó huérfana de ambos padres a la temprana edad de seis años y fue a parar a la escuela de monjas de las Hermanas Oblatas, en la propia urbe.

Nadie imaginó que aquella niña un día compartiría escenario junto a personalidades de la talla de Nat King Cole, Bola de Nieve, Ninón Sevilla, Cantinflas, Rafaela Carrá, Benny More, Chano Pozo y Elena Burque.

Su talento la paseó por concurridas salas de Estados Unidos, Francia, Colombia, México, Venezuela, República Dominicana y España, recibiendo ovaciones.

Fue así como la diva convirtió el cabaret en su propia casa y estilo de vida, a veces terminaba de maquillarse en el escenario, a veces se quitaba y se ponía la peluca, inventaba una canción nueva, cosas que ninguna otra vedette se atrevería a hacer.