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La Cueva de Ambrosio en Varadero, refugio de aborígenes, cimarrones y piratas.

La cueva de Ambrosio, de trescientos metros de largo, es un asombroso sitio arqueológico que posee pictografías magníficas del arte rupestre de las distintas culturas aborígenes que habitaron la zona, ubicada en la península de Hicacos, en una elevación pequeña llamada Loma la Caseta, en Varadero, la capital del turismo en Cuba, perteneciente a la provincia de Matanzas.

Esta caverna forma parte de la Reserva Ecológica Varahicacos y contiene alrededor de 47 dibujos en rojo y negro de la época precolombina, cuyo descubrimiento por los doctores Manuel Rivero de la Calle y Mario Orlando Pariente Pérez tuvo lugar el 27 de agosto de 1961.

Las pictografías son muy similares a las presentes en las cuevas de los Portales en la Sierra de Cubitas, provincia Camagüey y de Ramos en Cayo Caguanes, Sancti Spíritus.

Se trata fundamentalmente de figuras geométricas en negro y rojo, que incluyen círculos concéntricos, siluetas humanas, cruces y otros símbolos observados en varias cavernas cubanas y antillanas. Algunos elementos pictóricos parecen de ser de origen africano.

Estudios arqueológicos muestran que la cueva de Ambrosio, una de las más significativas del Caribe, fue habitada por indios y también por esclavos en distintas etapas históricas. También se cree que fue refugio de piratas.

Está integrada por cinco galerías bastante paralelas y abiertas a lo largo de cada una de sus diaclasas (grietas) respectivas, lo cual señala que se originó de acuerdo con la disposición rectilínea de estas. La primera galería tiene algo más de veinte metros de longitud por dos y medio de ancho y dos de altura. Se observa claramente en el techo y parte del piso que la Galería de la Boca la abrieron aguas subterráneas que siguieron la diaclasa.

Por su parte la Sala de Claraboyas con diecinueve metros de longitud por veintiuno de amplitud, cuenta con 10 de estos agujeros en el techo, por los cuales penetra la luz del sol, la cual produce hermosos juegos de luces y sombras al incidir sobre el piso de la cueva.

Existe un salón, el Dolina, de 20 metros de largo, que posee un boquete de catorce metros de longitud por cinco de ancho en el techo. Le sigue otro más pequeño de cerda de diez metros: La Concina, en cuya parte superior se observan cinco pequeñas claraboyas circulares. Hay también una galería nombrada el Majá porque se encontró en ella un ejemplar de Epicrater angulifer (majá de Santa María, boa cubana).

Por otro lado está el denominado Salón de las Raíces con treinta y dos metros de largo por veintinueve de ancho en el cual las raíces vegetales atraviesan el techo de la cueva y alcanzan el suelo, algo común en varias grutas de Cuba.

En el exterior de la caverna se aprecian formaciones parecidas a chimeneas inversas: concavidades de arriba hacia abajo, localizadas junto al diente de perro que son en realidad casimbas, las cuales llegan a veces hasta el techo de las cuevas y forman también claraboyas.

La Cueva de Ambrosio carece de estalactitas y estalagmitas es casi en su totalidad. Solo existe un pequeño grupo de las primeras en la galería la Cocina, fenómeno que se debe al ambiente seco de la región y de la caverna y su la fauna, se compone de una pequeña colonia de murciélagos muy eficaces en el control de mosquitos, para beneplácito de sus exploradores.